A pesar de sus cortos 29 años, Britney Spears ha demostrado que es toda una sobreviviente en la glamorosa pero también despiadada industria del entretenimiento mundial. Hace tan solo tres años la mayoría de los encopetados críticos de Hollywood la daba por muerta.
Serios problemas con las drogas y el alcohol y enajenadas perturbaciones mentales habían puesto a la “princesa del pop” en una espiral de mala publicidad en los medios que, a decir de algunos, no se había visto nunca.
Britney había dejado de ser la niña buena del show, la virgen que todos adoraban –y deseaban–, la mejor representante de la música norteamericana –ligera, divertida y popera–, para convertirse en Britney la loca, la gorda, la mala madre, la coquera y la promiscua que cayó en lo más bajo en su performance en los MTV del 2007 que todos vimos con actitud lastimera.
Sin embargo, Britney no metió la cabeza en la guillotina para el corte final frente a millones de espectadores. Ayudada por su padre, Spears, quien conoce la presión del trabajo desde que era una niña que encandilaba en un programa de Disney, decidió renunciar a sus potestades personales, familiares y laborales y se dejó en manos de profesionales. Simplemente no podía con toda la responsabilidad.
Un juez le quitó la custodia de sus hijos y se la encargó a su ex esposo, Kevin Federline, en parte, responsable de su desgracia. Ella asintió por el bien de los niños. Fue a un centro de rehabilitación y le dijo adiós a las drogas y al alcohol. Hasta ahora, por lo menos, no se parrandea como antes ni muestra su desnudez púbica, para la pena de las decenas de paparazis que la siguen.
Dicen que su padre se encarga de la administración financiera y que cuando llegó el imperio Spears era una ruina, agobiado por las deudas y los gastos excesivos de una diva en su ocaso.
Para evitar la bancarrota, Jamie Spears obligó a su hija a asistir a terapias psicológicas que, por lo menos, han calmado sus arranques de depresión y sus reacciones violentas y erráticas ante los medios.
Ciertamente, nadie puede decir que la Britney de hoy está ciento por ciento recuperada. La crisis que vivió ha dejado mella en su cuerpo y en su mente. No es más la chica risueña que adoraban los medios. Ella ya no da entrevistas a la prensa con la misma facilidad de antes y prefiere comunicarse con sus fans a través de sus cuentas de Twitter y Facebook.
Su físico tampoco oculta el paso del tiempo y los golpes. Pese a los intentos de su equipo de publicidad de mostrarla como la beldad de fines de los noventa, ella ha revelado tener problemas de sobrepeso y estrías que controla –con mucha dificultad– con una dieta balanceada y mucho ejercicio. Aunque no siempre funciona.
MÁQUINA DE HACER DINERO
Sin embargo, esta Britney Spears, más humana e imperfecta parece contar con la bendición popular. Si no que lo digan las últimas noticias sobre su desempeño profesional.
Recientemente, la Asociación de la Industria Discográfica de Norteamérica (RIAA) rindió un homenaje a Britney por haber vendido más de 100 millones de discos desde que comenzó su carrera en 1998.
Ella ha sido reconocida como la artista femenina más vendedora de la década pasada y la quinta a nivel global de la historia de la música. Britney, aunque parezca mentira, ha ingresado al exclusivo club de los 100 millones junto a Mariah Carey, Janet Jackson y Whitney Houston.
No vamos a discutir las capacidades vocales de la “princesa del pop”, algo que para muchos es obvio que carece, pero nadie puede dudar que la gente quiere escucharla. Sus últimos discos Blackout y Circus han sido elogiados por la crítica por sus toques vanguardistas en electropop y dance. Lo que es mejor, es que Britney ha podido aguantar con éxito el huracán Lady Gaga, que ha revolucionado la industria musical.
Además, su última gira de conciertos –que fue acusada, de nuevo, de hacer playback– le ha reportado más de US$ 100 millones, según informó la revista Forbes. Lo más importante es que ella es solo superada por leyendas de la música como U2 o ACDC.
SUS OTROS NEGOCIOS
Pero, Britney Spears no se queda en la música. Ella ha sabido sacar provecho de la atención que concita en los medios y ha expandido sus negocios hacia el mundo de la moda y los perfumes.
En el 2004 firmó un jugoso contrato con la prestigiosa compañía Elizabeth Arden, dedicada a la fabricación y comercialización de productos de belleza, con la que ha colaborado para su propia línea de perfumes.
En más de seis años de relación y con nueve perfumes en el mercado, auspiciados por la “princesa del pop”, la alianza ha dado paso a ventas que superan los US$ 1,000 millones, creando un récord en la industria de la belleza femenina.
Por otro lado, aunque Britney no es reconocida por su exquisito gusto en la alta costura y, a menudo, ha salido elegida como una de las peores vestidas en Hollywood, esto no ha sido impedimento para que tiente el papel de diseñadora.
El pasado 1 de julio lanzó su propia línea, bajo el auspicio de la firma de moda Candie's, que de inmediato ha sobrepasado todos los pronósticos de ventas. En menos de un mes, la ropa se agotó de los stands de las principales tiendas de Estados Unidos y ya se proyecta lanzarla en Japón y China.
Ante semejante éxito, ¿alguien podría decir que Britney Spears es un fracaso? Se la visto en lo más alto del éxito comercial, pero también en lo más bajo. Una vez la endiosaron y con las mismas ganas la bajaron del pedestal para lapidarla. Pero aun así aguantó. Ella es el vivo reflejo de lo que es un ave fénix cuando resurge de las cenizas. Ni Madonna lo hubiera hecho mejor. .
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